España, interior, noche. Joven familiar de Juan Nadie, sin padrinos ni conseguidores, se desuella los ojos debajo de un flexo de luz macilenta machacando sus neuronas con letras, palabras y construcciones; tal vez, números, fórmulas y ecuaciones. Está, lo habrán adivinado, opositando.
Desde un plano general, no se aprecia su contenido pero estamos seguros de que quiere opositar a algo relacionado con la administración pública, organismo público o empresa pública. Lleva esperando meses a que salga la convocatoria, pero no sale.
Cuando se acuesta, a las cinco de mañana, con el rostro cadavérico y los tendones colgando, teme sufrir la misma pesadilla en tres secuencias de cada noche: 1ª.- Que no hay convocatoria porque las plazas ya habían sido dadas a dedo; 2ª.- Que hay convocatoria pero restringida a quienes, previamente sobrepuntuados, tienen derechos adquiridos por haber sido metidos a dedo en calidad de interinos o laborales u otras especies derivadas; 3ª.- Que hay convocatoria, se presenta, hace un fantástico examen pero llega la hora de una fatídica entrevista que nadie sabe porqué se realiza y que, en ella, por haber dicho que tenía un talante liberal, ha sucumbido ante la feroz "objetividad" del "experto". (Por Andalucía Libre).
Así es Andalucía. Por eso, es “singular”
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