CON PRISA COMO ALIADO ESTRATÉGICO
Fueron a por Aguirre y salieron trasquilados. Acusaron a Camps de financiación ilegal y el globo se deshinchó. Y ahora, Barberá. ZP hace de "poli bueno" y su núcleo duro, el trabajo sucio.
A nadie se le escapa que Madrid y la Comunidad Valenciana son dos fortificaciones del PP casi inexpugnables. A nadie se le escapa tampoco que Rita Barberá es una de las alcaldesas más carismáticas del plantel popular y que sería un seguro de vida si, llegado el caso, hubiera que sustituir a Francisco Camps. Y a nadie se le escapa por último que la potente maquinaria electoral de los socialistas, que de nuevo vuelve a contar con el apoyo del Grupo Prisa tras despejarse el camino de las TDT, se han marcado como meta hacerse con ambas comunidades.
Si a nadie se le escapa, menos aún a los moradores del Génova 13. Los populares están convencidos desde hace tiempo de que el Caso Gürtel no es más que una caza de brujas orquestada por el PSOE que comenzó auspiciándose bajo el manto poderoso de Baltasar Garzón y ha ido adquiriendo tintes novelescos. Todo convenientemente narrado en las páginas de El País y en los boletines de la SER.
La primera pieza a batir -y la más codiciada para los socialistas, más incluso que Camps- fue Esperanza Aguirre, pero la trama liderada por Francisco Correa sólo le salpicó lo justo, cuando venía de zafarse de un caso de espionaje que se demostró artificial. La presidenta madrileña reaccionó a tiempo y se quitó de en medio con un corte seco y tajante a los populares madrileños que, supuestamente, habían tenido algo que ver en la adjudicación de contratos millonarios.
Después fue el presidente de la Generalitat Valenciana, al que acusaron incluso de financiación ilegal y de tráfico de influencias. El globo de la llamada trama valenciana se fue deshinchando hasta quedar reducido a día de hoy a cuatro delitos de cohecho pasivo. Y, por último -salvo futuras sorpresas-, la alcaldesa de Valencia. Casualmente, la mujer que con más vehemencia venía defendiendo a Camps y que puso la pelota en el tejado de José Luis Rodríguez Zapatero por las famosas anchoas de Miguel Ángel Revilla.
Si a nadie se le escapa, menos aún a los moradores del Génova 13. Los populares están convencidos desde hace tiempo de que el Caso Gürtel no es más que una caza de brujas orquestada por el PSOE que comenzó auspiciándose bajo el manto poderoso de Baltasar Garzón y ha ido adquiriendo tintes novelescos. Todo convenientemente narrado en las páginas de El País y en los boletines de la SER.
La primera pieza a batir -y la más codiciada para los socialistas, más incluso que Camps- fue Esperanza Aguirre, pero la trama liderada por Francisco Correa sólo le salpicó lo justo, cuando venía de zafarse de un caso de espionaje que se demostró artificial. La presidenta madrileña reaccionó a tiempo y se quitó de en medio con un corte seco y tajante a los populares madrileños que, supuestamente, habían tenido algo que ver en la adjudicación de contratos millonarios.
Después fue el presidente de la Generalitat Valenciana, al que acusaron incluso de financiación ilegal y de tráfico de influencias. El globo de la llamada trama valenciana se fue deshinchando hasta quedar reducido a día de hoy a cuatro delitos de cohecho pasivo. Y, por último -salvo futuras sorpresas-, la alcaldesa de Valencia. Casualmente, la mujer que con más vehemencia venía defendiendo a Camps y que puso la pelota en el tejado de José Luis Rodríguez Zapatero por las famosas anchoas de Miguel Ángel Revilla.
Barberá está convencida de que su denuncia sobre los presentes del presidente cántabro han tenido mucho que ver en que su nombre saltara a la primera plana de El País, como así lo señaló en una rueda de prensa multitudinaria.
Hasta los sindicatos de la Policía están estupefactos. El SUP ya habla abiertamente de "filtraciones interesadas" que este lunes pidió al Ministerio del Interior y a la Fiscalía que se investigaran; y el CEP advertía en un comunicado de que éstas "quiebran de forma flagrante" el derecho a la presunción de inocencia y de que "sólo persiguen desprestigiar la imagen pública de determinadas personalidades".
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