sábado, 15 de agosto de 2009

Música, feria y toros en Linares


Gallarda y poética a la vez, Linares parece vivir en una continua lidia. Su torerío se percibe en las avenidas, que como astas de toro, se curvan para conducir a espolones y alamedas. La ciudad guarda en sus calles y plazas un traje de luces al que Andrés Segovia parece haberle puesto música.

A unos días para que la ciudad acoja la Feria de San Agustín, sus fiestas mayores, Linares se antoja un destino irrenunciable en la provincia de Jaén.
Paseo de Linarejos

Es necesario entrar por el Paseo de Linarejos que cobija en una de sus puntas la memoria del guitarrista Andrés Segovia. El paseo es literario y evocador, posee un hálito de romanticismo en sus bancos decorados con azulejos. La Estación de Madrid, el edificio neomudéjar que queda a un lado, muestra la memoria perdida de otros tiempos. Ya no hay raíles que hasta aquí lleguen; hoy su explanada se utiliza para montar la feria de San Agustín, que tiene lugar al final del verano. Pero sus viejos despachos (hoy sala de exposiciones) rememoran la época dorada de un Linares que alimentó miles de bocas por el plomo cautivo en sus entrañas.

Al lado abre sus puertas el Centro de Interpretación de la Minería. Este antiguo muelle de carga guarda la memoria de la principal riqueza de la ciudad y sus alrededores. Es además punto de partida por un itinerario que conduce hasta las principales explotaciones mineras que en otro tiempo fueron origen de la prosperidad social, económica y cultural de la segunda ciudad más poblada de la provincia de Jaén.

Ocho Puertas

La esencia de Linares se guarda en Ocho Puertas que es un cruce de caminos que conduce a las calles más populosas de la ciudad. La plaza de San Francisco queda a un lado y por sus inminentes callejones las tabernas viejas muestran en sus barras, mesas y paredes la huella de un tiempo que ha pasado.

Con todo, Linares posee un trazado desordenado. A principios de siglo, al amparo de las minas, creció de manera urgente. Sus urbanistas la proyectaron demasiado aprisa. En la plaza del Ayuntamiento se alza una casa consistorial luminosa que parece desmarcada de los inmuebles que la rodean. Y es que Linares cumplió años al amparo de las circunstancias y los avatares sin tener en cuenta que luego, pasado el tiempo, aún serían muchas las generaciones que la habitarían.

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