lunes, 8 de marzo de 2010

Trebujena (Cádiz) y la última curva del Guadalquivir


Trebujena está sobre un cerro, sobre uno de los pocos cerros que reinan en esta zona falta de aristas.

Los que aquí construyeron su primera casa sabían lo que hacían. Hace muchos años el paisaje plano que se extiende por los pies descalzos de Trebujena era rancho de marismas, tierra húmeda y pantanosa que ensanchaba sus brazos hasta las mismas orillas del Guadalquivir, confundiendo los paisajes, los límites y los cauces.

De aquel mar interior no queda nada, apenas unos charcos ovalados que se secan con la llegada de la primavera. Resulta conmovedor recordar que hubo un tiempo en que toda esta región fue un ancho piélago cultivado, desde más arriba de Lebrija hasta las puertas de Sanlúcar, cercado a las curvas del río mayor de Andalucía.

El camino que sube a Trebujena está sembrado de cepas jóvenes. A la entrada del pueblo hay una cooperativa vinícola. Una alameda de árboles gatea hasta una calle mayor donde se erigen casonas de cierto postín. Sus fachadas son de un blanco puro, las puertas son anchas y altas, y las ventanas están cerradas con rejas de hierro que nacen de la misma acera.

La plaza de Trebujena es soleada. En torno a un rectángulo crecen unas cuantas palmeras que sombrean a la caída de la tarde la iglesia de la Purísima Concepción. La iglesia fue levantada allá por el XVIII. Está toda encalada, limpia, exenta de artificios; el campanario tiene un aire muy vivo, un movimiento muy grácil y ligero en mitad de los vientos.

A un lado se abre una puerta barroca, más antigua, restaurada no hará mucho. La puerta se llama del Perdón y está fechada en 1624. Por dentro, el templo de la Inmaculada es sencillo, franco, proporcionado a las medidas del pueblo labriego. Tiene capillas comedidas, altares pequeños, imágenes modestas, perfumadas con flores frescas, envueltas por la oración de las viejas y el humo del incienso.

Las calles que trepan hasta lo alto del pueblo terminan en una plazoleta mínima donde se sienta la ermita de Nuestra Señora de Palomares. Trebujena se acaba manzanas más allá, entre cocheras abiertas, corrales y patios con puertas falsas.


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