jueves, 2 de diciembre de 2010

Un paseo por el blanco Conil de la Frontera


Conil de la Frontera es una ciudad blanca, azul y dorada. Blanca por sus casas encaladas, azul por su mar y dorada por su fina arena.

Pero hay otro símil en sus colores blanco y dorado por su patrimonio renacimiento y barroco. Prueba de ello es su principal templo conocido como Santa Catalina. Cal y piedra se entremezclan en la maciza Torre de Guzmán, torre del homenaje del castillo coñilero, símbolo de Conil de la Frontera.

La Puerta de la Villa, entrada a la ciudad antigua, conduce a las calles blancas. Se agradece que sus gentes mantengan esa atmósfera de pureza que justifica que su casco antiguo haya sido declarado Conjunto Histórico Artístico.

Está bien vivo, y eso precisamente lo hace aún más atractivo. Antaño Conil de la Frontera era la almadraba, el atún y el ducado de Medina Sidonia. Hoy es mucho más, el turismo aflora entre sus calles y playas.

Urbanismo andaluz y fina arena dorada en sus amplias playas. Castilnovo con casi dos kilómetros, los Bateles, Roqueo-Fontanilla, con un kilómetro y medio, y la Torre del Puerco, con sus dos kilómetros y medio.

No hay que olvidar las calas de los alrededores. Visita obligada es su puerto pesquero, coloreado por decenas de pequeñas embarcaciones donde es posible asistir a las subastas de pescado que se organizan a primera hora de la mañana.

No importa la época que quieras visitar Conil de la Frontera, su clima es grato prácticamente todo el año. Grandes atractivos de esta población son realizar submarinismo y disfrutar de la naturaleza en bicicleta, a caballo o a pie.

La restauración es un atractivo más y aunque domina como es lógico el plato marinero harás bien en degustar un arroz con cardillos y otros platos de la cocina local. (El Mundo)



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