viernes, 8 de enero de 2010

La fabulosa Dehesa de Cádiz


En la zona de transición entre la campiña y la Sierra de Grazalema y Los Alcornocales, la dehesa ocupa un espacio importante de la superficie de la provincia.

Completa un rico mosaico de ecosistemas naturales, cuya diversidad es una de las más preciadas señas de identidad. En el pasado ocupó la mayor parte del paisaje, pero la roturación de tierras para el cultivo, amparada por la antigua Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables y por los Planes de Reforma Agraria, fue reduciendo paulatinamente su ámbito.

El impacto de la desforestación sobre el paisaje y la biodiversidad ha sido brutal, en pago al dudoso beneficio de destinar a cultivos de secano un terreno cuyo relieve desaconseja unas prácticas agrícolas que favorecen la erosión y el aterramiento de los cauces públicos, multiplicando el riesgo de inundaciones.

En relación con la flora, la dehesa es el reino del acebuche y el alcornoque, de la jara, el brezo y el lentisco, de la zulla, el carretón y el trébol blanco. En las riberas de los ríos serpentea un mágico soto de fresnos, alisos, chopos, mimbres y adelfas.

Si nos referimos a la fauna salvaje; la dehesa está habitada por el ciervo, el gamo y el jabalí, por el águila perdicera, la lechuza y el milano, por la liebre, la perdiz y el conejo. Este medio es muy favorable para la cabaña ganadera doméstica de vacas, cerdos, cabras y ovejas.

Sus recursos naturales son extraordinariamente favorables para el aprovechamiento ganadero y cinegético, en un modelo de explotación sostenible que preserva el paisaje y evita la erosión que acompaña a los cultivos en terrenos con pendientes.


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