martes, 29 de diciembre de 2009

La ruta bética romana




Antes que los árabes, otros pueblos hicieron de Andalucía una de las tierras más ricas y cultivadas de Europa.

Tiempo antes de que en el siglo VIII desembarcaran por Tarifa los primeros soldados bereberes, Andalucía ya había sido poblada por florecientes civilizaciones. A sus costas arribaron fenicios y tartesos, griegos y cartagineses, pero sería Roma quien haría de estas vastas regiones un lugar único, un marco que durante ochocientos largos años acopiaría un abultado patrimonio histórico y monumental.

Minerales, aceite y cereales. La Bética alimentó durante largo tiempo al Imperio Romano. Corría el siglo III antes de Cristo cuando Roma puso sus ojos en esta provincia acariciada por dos mares. Desde entonces hizo de ella su provincia más mimada.

Tanto fue así que mandó construir una sólida y colosal calzada que comunicara la capital del imperio más poderoso de todos los tiempos con estas templadas y fértiles tierras. Los romanos la llamaron Vía Augusta y por ella pasaron no sólo legiones y milicias sino culturas, modos y palabras que hicieron de la Bética una región sólidamente romanizada.

La Ruta Bética Romana es hoy un instrumento cultural y turístico que trata de poner en valor el patrimonio de aquellos siglos. La idea nació en Carmona, la ciudad sevillana que tanto debe a aquella civilización. De ella parten una serie de itinerarios que conducen a un puñado de ciudades y pueblos con un pasado común. Hoy trece ciudades se han sumado a esta iniciativa cuyo eje geográfico gravita en torno al Valle del Guadalquivir, la depresión por la que discurrió la Vía Augusta.

Gades, Itálica, Astigi, Corduba. Al viajero estos nombres le resultan familiares. Los pobladores árabes los adoptaron a su vocabulario. Tanto es así que el nombre moderno de estas ciudades es una derivación de aquellas palabras latinas.

Carmona está encerrada entre sólidas puertas de sillares romanos. A las afueras, entre arrabales sembrados hoy con olivos y cereales, el caminante encuentra la necrópolis donde tumbas de acaudaladas familias competían en boato con otras de más misterioso y origen como el sepulcro del Elefante. Las murallas que cierran Carmona dejan traslucir sus secretos por las puertas de Córdoba y Sevilla.


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