domingo, 27 de diciembre de 2009

Barroco y aceite de oliva en Priego de Córdoba


Priego de Córdoba se halla a un lado del Parque Natural de la Sierra Subbética, un conjunto de montañas de mediana altura, caudalosos arroyos y bosques mediterráneos donde el olivo ha encontrado el mejor amparo para su crecimiento.

Entre estos cerros descansa un pueblo de arquitectura tradicional muy dado a las labores agrícolas, un pueblo de calles irregulares y empinadas, que comparte su personalidad andaluza con la crónica legada desde los tiempos de Roma. Almedinilla presume a las afueras del pueblo de poseer una de las villas romanas mejor conservadas de la región.

Es una de las ciudades más ricas de Córdoba por dos motivos en apariencia antagónicos. Priego posee dos argumentos por los que sentirse orgulloso. La ciudad da nombre a la denominación de origen de uno de los más valorados aceites de oliva virgen extra de España y es, además, dueña del más valioso patrimonio barroco del sur español. De hecho, los viajeros románticos que hasta aquí llegaron a lo largo del siglo XIX no tuvieron empacho en considerarla la capital del barroco andaluz.

El barrio de la Villa, por ejemplo, es uno de los espacios urbanos más armoniosos de la provincia. De los balcones de las casas cuelgan geranios, jazmines y galanes de noche. Reina el silencio por estos callejones blancos. Miradores y plazoletas como la de San Antonio rompen la disciplina y la estrechez de estas calzadas empedradas que derivan en avenidas y alamedas más anchas, trazadas en tiempos de la burguesía agrícola.

La iglesia de la Asunción tiene un acento muy señorial. Acaudaladas familias la enriquecieron con capillas barrocas e imágenes de gran mérito. Pero hay en ella un espacio blanco donde la luz de la mañana entra con sigilo y reverencial respeto. Es el Sagrario, un espacio octogonal donde los adjetivos se agotan, donde la admiración se empequeñece entre ese sutil juego de las formas y las curvas, de los relieves y las proporciones.


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