En las proximidades del Santuario de Tíscar, a 14 kilómetros de Quesada, entre rocas, pinos y en pleno corazón del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, la Cueva del Agua, 'Capricho de la naturaleza', 'Gruta de la Virgen de Tíscar' o 'Cueva de las Maravillas', como algunos le llaman, se presenta con el esplendor que le proporciona el torrente de agua que mana por la piedra.
Manantiales que buscan la superficie entre la verde hiedra, generosas cascadas que brotan de la roca, agua y más agua. Es el silencio sonoro, el sobrecogedor espectáculo que este invierno oferta en Quesada su Cueva del Agua. Porque tras la nieve y la lluvia, riveras, cañadas, arroyos, regatos y regueros se confabulan para que por las oquedades de la gruta desfilen torrentes copiosísimos que provocan la admiración de quienes acuden a contemplar esta sinfonía del agua.
Gruta caliza en la que la erosión ha formado una estrecha y profunda garganta por donde transcurre el río Tíscar. Para acceder a la cueva se dispone de una pista de tierra de 200 metros. Llega después, una larga acequia que se supera en cuclillas y hay que vencer con cuidado por la profundidad del vacío y las irregularidades del terreno, un centenar largo de escalones. Salvado todo ello, el premio del espectacular santuario de la naturaleza.
La cueva, en cuyo entorno se han descubierto una veintena de abrigos con pinturas rupestres, cuenta con enormes paredones y con estalactitas que pregonan el paso del tiempo. Por todos sitios aparece el musgo verdoso que empapela la roca vieja y por arriba hay aberturas que dejan ver el cielo. Pero, sobre todo, hay silencio.
Manantiales que buscan la superficie entre la verde hiedra, generosas cascadas que brotan de la roca, agua y más agua. Es el silencio sonoro, el sobrecogedor espectáculo que este invierno oferta en Quesada su Cueva del Agua. Porque tras la nieve y la lluvia, riveras, cañadas, arroyos, regatos y regueros se confabulan para que por las oquedades de la gruta desfilen torrentes copiosísimos que provocan la admiración de quienes acuden a contemplar esta sinfonía del agua.
Gruta caliza en la que la erosión ha formado una estrecha y profunda garganta por donde transcurre el río Tíscar. Para acceder a la cueva se dispone de una pista de tierra de 200 metros. Llega después, una larga acequia que se supera en cuclillas y hay que vencer con cuidado por la profundidad del vacío y las irregularidades del terreno, un centenar largo de escalones. Salvado todo ello, el premio del espectacular santuario de la naturaleza.
La cueva, en cuyo entorno se han descubierto una veintena de abrigos con pinturas rupestres, cuenta con enormes paredones y con estalactitas que pregonan el paso del tiempo. Por todos sitios aparece el musgo verdoso que empapela la roca vieja y por arriba hay aberturas que dejan ver el cielo. Pero, sobre todo, hay silencio.
Dentro de la cueva, incrustada en uno de sus orificios, se contempla una venerada réplica de la Virgen de Tíscar, patrona de Quesada y del Adelantado de Cazorla. La visita impresionó a Machado, a tal punto que le inspiró unos versos que se contemplan tallados en la roca.
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