Las viejas dinastías dejaron por toda Al-Ándalus su sello cultural. Una ruta redescubre aquellas dos culturas religiosas, a caballo entre los reinos taifas y el periodo nazarí. Es un itinerario que une Cádiz y Granada por los paisajes y pueblos más bellos de Andalucía.
Algeciras y Tarifa, Castellar y Jimena, Cádiz y Jerez de la Frontera, Ronda y Málaga, Antequera y Granada. Y por mitad de todas ellas un reguero de pueblos y ciudades pequeñas que conforman una de las rutas turísticas más extensas y bellas de cuantas cicatrizan Andalucía. Es la Ruta de los almorávides y los almohades, un fascinante itinerario cultural vertebrado por la historia, puesto en marcha por el legado andalusí, una de las instituciones culturales más inquietas y sólidas del sur peninsular.
La historia comienza así. Camino de la última frontera, las huestes cristianas debieron avanzar allá por 1480 con el corazón encogido por la zozobra y la impaciencia. Apenas quedaban doce años para alcanzar la capital del último reino musulmán que a duras penas sobrevivía en la Península. La monarquía nazarí aguardaba resignada el momento de la claudicación y el exilio.
Tiempo atrás, el Reino de Granada había heredado la grandeza que dos soberanas dinastías amasaron en Al-Ándalus. Curtidos en la aspereza de la tierra bereber, los almorávides primero y los almohades después hallaron al sur de la Bética los prados, el agua, la luz y el ánimo donde hacer realidad sus más excelsos sueños. Buscaron al este los antiguos puertos del Mediterráneo andalusí y subieron luego hasta el valle del Ebro para dejar constancia de su empuje militar.
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