De la aldea del Rocío a Almonte y La Rocina, Doñana atesora lugares de fascinante encanto. Las playas constituyen un territorio virginal a un paso de senderos naturales de gran valor medioambiental.
En El Rocío se entiende mejor que en ningún otro sitio la relación que el hombre ha establecido con el paisaje que le rodea. Y en Almonte, el principal municipio del Parque Nacional, su caserío resume las esencias vivas de los pueblos del sur andaluz.
Doñana atesora lugares de fascinante encanto. Las playas constituyen un territorio virginal a un paso del centro de visitantes de La Rocina, donde es posible recorrer senderos naturales de gran valor medioambiental. En la aldea de El Rocío se entiende mejor que en ningún otro sitio la estrecha relación que el hombre ha establecido históricamente con el paisaje que le rodea. Al final, aguarda Almonte, el principal municipio del Parque Nacional. Su caserío blanco resume las esencias vivas de los pueblos del sur andaluz.
Los centros de visitantes
Doñana posee cinco centros de visitantes. El más frecuentado es El Acebuche, que está a un lado de la carretera de Almonte y Matalascañas. Sin embargo, el centro de La Rocina es uno de los más singulares y atractivos espacios públicos de este tesoro natural del sur de Europa. En La Rocina, por ejemplo, se puede contemplar una exposición permanente que lleva por título La Romería del Rocío y que realiza una semblanza histórica de los caminos, los usos, las costumbres y tradiciones de la manifestación mariana más concurrida de este país.
En La Rocina, además, se pueden invertir diez minutos para presenciar el audiovisual Bosques de la Rocina, un viaje por la historia y los valores naturales de este fascinante enclave sureño. Pero lo más importante, sin duda, es el recorrido de tres kilómetros y medio que se realiza por la margen izquierda del arroyo de la Rocina. Las aguas de este afluente son la principal aportación hídrica a las marismas del parque.
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