domingo, 27 de septiembre de 2009

Ascenso a la Sierra de las Nieves



A trece kilómetros de Ronda, por la carretera que baja hasta la localidad costera de San Pedro de Alcántara, una pista de tierra invita a descubrir una de las mayores rarezas naturales de Andalucía.

La pista se adentra hasta el corazón más montaraz del parque natural de la Sierra de las Nieves, un espacio protegido que presume de poseer, junto al cercano parque de Grazalema, el mayor bosque de pinsapos de la península ibérica.

Este abeto milenario, abuelo del tiempo y la prehistoria, adorna las laderas umbrías de la cordillera. Sus perennes ramas sombrean hasta los mil seiscientos metros. Por encima de esta cota el pinsapo deja de existir y deja las cimas a poblaciones de matorral almohadillado, flores raras y plantas rastreras que reciben el original nombre de cojines de monja.

La subida a los grandes picos

Subir estos días de agosto a la Sierra de las Nieves es una grata aventura. No encontrará el montañero la nieve que apellida a este cíngulo de montañas, pero sí encantos suficientes como para no olvidar jamás la caminata.

La pista forestal, demasiado transitada los fines de semana por turistas que pernoctan en la Costa del Sol, bordea los cerros medios de la sierra hasta terminar a los pies de una vaguada, a uno de cuyos lados se alza el cortijo de los Quejigales.

Este paraje acoge el refugio Félix Rodríguez de la Fuente, un área recreativa y una zona de acampada controlada por las autoridades del parque. Además, el cortijo de los Quejigales (95 227 62 29) ha sido rehabilitado como un sugerente y bien acondicionado centro de turismo de rural.

Lo que rodea los Quejigales es un cíngulo de cerros medios tapizados por pinos. Por las faldas de la vaguada discurre el cauce alto del arroyo de las Carboneras. Los campos que rodean el arroyo están embarrados por los veneros que caen hasta el lecho del precoz riachuelo.

Lugar para hacer senderismo.

Por debajo del bosque no crecen arbustos y plantas algunas. Sólo los claros de la cañada permiten una mayor diversidad botánica. La subida por la cañada del Cuerno es dura, especialmente su último kilómetro.

Alcanzados los mil seiscientos metros de altura el pinsapo desaparece y la claridad del día vuelve a adueñarse de los alrededores. El cojín de monja, como popularmente se conoce al matorral rastrero y almohadillado que prolifera por estos lugares, tapiza los últimos metros del camino antes de coronar el puerto de los Pilones.

En ocasiones se divisan manadas de cabras monteses que actúan como controladoras del terreno al mordisquear los renuevos y brotes jóvenes que germinan a estas alturas.


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