Extraño e insólito, pero extraordinariamente bello. Así es el interior de Almería.
Una tierra más propia de la ciencia ficción que de la idea común que guardamos del sur de España. Incluso en Andalucía, Almería es una extravagancia, una excentricidad. Un lugar que se debe visitar.
El desierto de Tabernas, el único que existe en Europa, ha condicionado los paisajes, los pueblos, las ciudades y las gentes que las habitan. Más allá del célebre y conocido Cabo de Gata –otra de las rarezas de la Península Ibérica- existen en el interior de la provincia lugares más propios de la Luna que de nuestro planeta.
El desierto almeriense es un espacio natural protegido poblado de ramblas, barrancos secos y desfiladeros sedientos donde sólo las especies botánicas más habituadas a los climas extremos encuentran un suelo donde poder germinar.
Situado en el centro de la provincia de Almería, a un escalón del Mediterráneo, este paraje natural protegido ha servido de soporte a cámaras de cine que rodaron a mediados de los setenta los clásicos spaghetti-western. El sol, las altas temperaturas y la falta de lluvia han creado un paisaje estepario con unas condiciones de vida extremas donde sólo una pequeña pero valiosa población floral convive teniendo al cielo raso como único acompañante.
En los días de más calor las condiciones climáticas en el desierto de Tabernas son muy duras. En las horas de máxima exposición solar el termómetro no baja de los cuarenta grados. Aclimatarse a estas condiciones no es tarea fácil. Solo contadas especies de la botánica peninsular, que también se encuentran en las secas regiones subsaharianas, han sido capaces de hacerlo. Los límites protegidos del desierto se extienden a lo largo y ancho de once mil hectáreas, situadas a treinta kilómetros de la playa más cercana.
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