La Mezquita o Catedral ha sido visitada hasta hace poco tiempo sólo en horario de mañana y tarde.
Desde hace unas semanas el alma de Córdoba también es visitable por las noches. La iluminación que invade el templo convierte la visita en una experiencia distinta y única.
A la luz de la noche, bajo las veladuras, las sombras, la música y las explicaciones de una audioguía el visitante cree haber penetrado en un túnel del tiempo y ser protagonista de la construcción de una de las obras más elevadas de la arquitectura mundial y el más vivo ejemplo del arte islámico en Occidente.
Edificado entre los siglos VIII y X bajo la tutela del gobierno omeya, la Mezquita escribió en el libro de las artes un conjunto de innovaciones técnicas y estéticas que abrieron nuevas corrientes constructivas a lo largo de los tiempos. El emir Abd al-Rahman I mandó erigir su templo de oración junto a una basílica de origen visigodo, a orillas del río Guadalquivir.
Los emires que gobernaron Córdoba durante el siglo IX la enriquecieron y agrandaron. Pero fue durante los años del califato cuando la Mezquita cobró su grandeza y esplendor.
Tras la conquista de la ciudad en 1236, el templo fue consagrado a la cristiandad. Dos siglos después, los jerarcas de la iglesia mandaron incrustar una catedral en el corazón del oratorio islámico. Pocas veces en la historia una decisión generó tanta polémica.
Hoy en día, cinco siglos más tarde, nadie pone en duda que la construcción de la Catedral protegió el templo islámico y evitó su destrucción como la mayor parte de las veces ocurrió en el resto de ciudades del antiguo Al-Ándalus. (El Mundo)
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