No es sólo que aquí viniera a morir Manolete. O que la ciudad posea una de las plazas más taurinas de España.
Ni siquiera que sus peñas, sus casinos, sus bares rezumen arte por todos sus lados. Linares está irremediablemente ligado al toro desde su propia estética de ciudad. Al toro y a la música.
Gallarda y poética a la vez, Linares parece vivir en una continua lidia. Su torerío se percibe en las avenidas, que como astas de toro, se curvan para conducir a espolones y alamedas. La ciudad guarda en sus calles y plazas un traje de luces al que Andrés Segovia parece haberle puesto música.
Es necesario entrar a ella por el Paseo de Linarejos que cobija en una de sus puntas la memoria del guitarrista Andrés Segovia. El paseo es literario y evocador, posee un hálito de romanticismo en sus bancos decorados con azulejos.
La Estación de Madrid, el edificio neomudéjar que queda a un lado, muestra la memoria perdida de otros tiempos. Ya no hay raíles que hasta aquí lleguen; hoy su explanada se utiliza para montar la feria de San Agustín, que tiene lugar al final del verano.
Linares es torera en el coso de Santa Margarita. Allí, sus cuidadores cada mañana trazan una cruz en el sitio donde Manolete fue herido de muerte. La plaza de piedra retiene el aliento de cientos de tardes de gloria y desaliento. (El Mundo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario