En la frontera entre Cádiz y Málaga, pero dentro de esta última, Cortes de la Frontera es un pueblo blanco e ilustrado en mitad de un bosque de extraordinario valor ecológico.
Comarcas muy distintas entre sí la rodean. De un lado besa los bordes de los parques gaditanos de la Sierra de Grazalema y los Alcornocales.
Queda próxima al Valle del Genal, a la Sierra de las Nieves y a la inmensa Serranía de Ronda y su término acoge el corredor natural del río Guadiaro que busca el sur entre bosques de ribera, castaños, encinas, quejigos y pinares.
Pocos municipios malagueños son capaces de mostrar tanto contraste. De las zonas de formación caliza, salpicadas de cuevas, colinas, gargantas y simas, es posible pasar a áreas donde predominan los estratos de arenisca y donde crecen enormes alcornoques en parajes como La Sauceda.
Cortes de la Frontera apenas supera los cuatro mil vecinos repartidos, además de en el municipio, en las pequeñas colonias de la Cañada del Real Tesoro y El Colmenar. Su historia nos subraya la importancia del lugar desde época de los fenicios. Pero es bajo dominación romana cuando la localidad adopta el nombre de Cortex que en latín significa coraza y defensa. El topónimo será respetado en tiempo de los árabes y llegará hasta nuestros días con un apellido fronterizo por las numerosas luchas que por él se libraron.
El principal monumento de Cortes es su Ayuntamiento. Fue mandado construir por Carlos III.
No está lejos la plaza de toros, que fue construida en 1894. Después de la de Ronda la plaza de Cortes es la más importante de la comarca. (El Mundo)
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