lunes, 10 de mayo de 2010

Andújar y Montoro hermanadas por el Guadalquivir


Treinta y cinco kilómetros las separan. Y sin embargo parecen ciudades hermanas. Andújar y Montoro se hallan en los límites entre las provincias de Jaén y Córdoba.

Tienen en común algo más que las aguas del Guadalquivir. Las dos resumen la esencia urbana de la Andalucía alta.

A la altura de Andújar y Montoro el Guadalquivir es aún un río joven e inexperto. Vive de las crecidas, de las épocas de lluvia y estío, y su caudal no es el mismo a lo largo del año. Pero esta primavera el río mayor de Andalucía baja exultante y caudaloso a su encuentro con Córdoba, la primera gran capital que encuentra en su camino hacia el sur.

Hasta llegar a ella las aguas del Guadalquivir habrán de atravesar un paisaje de lomas suaves y vegas anchas, donde los olivos acarician las orillas y la sierra se encrespa hacia el norte y la campiña hacia el sur. En este encuentro hay dos ciudades que parecen paridas por la misma madre. Andújar, aún en tierras de Jaén, y Montoro, ya en Córdoba.

Andújar

La autovía de Andalucía discurre paralela al Guadalquivir y deja a un lado la ciudad de Andújar. Un puente romano comunica las dos orillas. Una madeja de alamedas y avenidas conduce hasta el centro de la ciudad. La plaza de España tiene un aroma muy andaluz. Los naranjos brindan sombras en los días soleados. Las casonas lucen todo su boato en sus acicaladas fachadas. Las puertas de la plaza se abren a modo de arcos triunfales frente al ayuntamiento que primitivamente acogió una casa de comedias. A su lado se yergue la iglesia de San Miguel.

Montoro

Desde la autovía Montoro no se distingue. La ciudad queda atrás, a los pies de una empalizada alfombrada de olivos. Un camino curvo conduce a un altozano. De pronto, recostado sobre un cerro lunar, ceñido por el río turbio de la mañana, Montoro aparece con su caserío de moradas blancas, tejados árabes y callejas tintadas de un rojizo cárdeno que identifica las calles y las plazas, las espigadas alamedas y las avenidas que se adentran hasta los barrios viejos. (El Mundo)



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