viernes, 16 de abril de 2010

Priego: barroco entre olivares


El aire huele a campo, a aceite, a esa joya gastronómica, hojiblanca, picual o cornicabra, cuyos aromas envuelven los maravillosos paisajes de la Subbética andaluza.

Al sur de la provincia de Córdoba, limitando con Jaén y Granada, en pleno corazón de la Subbética, dentro del Parque Natural del mismo nombre, se asienta Priego bajo la sombra del Pico La Tiñosa que con sus 1.570 metros protege los miles de olivos que rodean la capital del barroco cordobés.

Aunque Priego sea una ciudad barroca, no puede negar su origen musulmán del que dan testimonio su castillo, el barrio de la Villa y el adarve. Un testimonio que nos retrotrae a cuando se llamaba Medina Bahiga y en el siglo IX era una importante capital del Al-Andalus. Tras la desintegración del Califato Omeya, fue ocupada por los almorávides y los almohades antes de acomodarse en el reino nazarita de Granada hasta su conquista por las tropas cristianas en 1404.

Tras la caída de Granada, los reyes Católicos entregaron la villa a Fernando Fernández de Córdoba, de la poderosa casa de Aguilar, pariente del Gran Capitán, al que se otorgó el título en el primer marqués de Priego.

A finales del siglo XV e inicios del XVI, Priego vivió una era de crecimiento, avance y progreso con la construcción de la Casa del Cabildo, la cárcel, el Pósito y las reales carnicerías. También la Iglesia de San Esteban, hoy conocida como San Francisco.

Priego guarda en sus calles numerosos testimonios artísticos, especialmente de su momento histórico esplendoroso cuando la ciudad alcanzó un gran florecimiento económico en el siglo XVIII gracias a la industria textil de la seda. Industria que la villa heredó de los moriscos expulsados poco antes. El tafetán y el terciopelo se vendían en la península y se exportaban a Europa y Las Indias.


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