Para ver este castillo se necesitan dos viajes.
Uno a la pequeña y pintoresca localidad de Vélez Blanco, al norte de Almería. Y otro a Nueva York, al Museo Metropolitano.
En Vélez Blanco nos espera el continente, la osamenta en piedra de un castillo simbólico, la desnudez de los muros, las torres y las paredes frías.
En Nueva York, el contenido, el tesoro mejor de aquella fortaleza, la magnificencia en mármol de un patio desmontado bloque a bloque y embarcado primero a Francia y luego a la ciudad americana.
La historia de aquel expolio comenzó en 1904 cuando sus propietarios, los duques de Medina Sidonia, decidieron vender a un anticuario francés el patio del castillo, uno de los ejemplos más brillantes del renacimiento andaluz de la mitad del siglo XVI.
Uno a la pequeña y pintoresca localidad de Vélez Blanco, al norte de Almería. Y otro a Nueva York, al Museo Metropolitano.
En Vélez Blanco nos espera el continente, la osamenta en piedra de un castillo simbólico, la desnudez de los muros, las torres y las paredes frías.
En Nueva York, el contenido, el tesoro mejor de aquella fortaleza, la magnificencia en mármol de un patio desmontado bloque a bloque y embarcado primero a Francia y luego a la ciudad americana.
La historia de aquel expolio comenzó en 1904 cuando sus propietarios, los duques de Medina Sidonia, decidieron vender a un anticuario francés el patio del castillo, uno de los ejemplos más brillantes del renacimiento andaluz de la mitad del siglo XVI.
En París, el anticuario hizo el negocio del siglo al vender el patio al norteamericano George Blumenthal. El financiero neoyorquino adquirió las piezas para decorar su palacete. Blumenthal murió sin descendencia y donó su patio al Metropolitan.
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