La Semana Santa es sinónimo de recogimiento y pasión.
El sur de España se viste de gala para venerar a imponentes imágenes, pero también invita al viajero a descansar en la playa, desconectar en plena naturaleza, perderse entre el legado histórico de sus callejuelas, jugar al golf frente a la costa, comer de lujo.
Semana Santa no todo queda entre pasos y procesiones. Las capitales andaluzas pueden alardear de una herencia cultural única, amalgama de culturas que aún impregna cada callejuela y deja boquiabierto al caminante.
Además de la Giralda sevillana, la Alhambra granadina, la mezquita de Córdoba o la Alcazaba de Almería –todas ellas de obligada visita–, los pueblos más remotos de la Comunidad también esconden joyas históricas que merece la pena descubrir.
Es el caso, por ejemplo, de las localidades de Úbeda y Baeza, en Jaén, de Alhama de Granada, encaramada en la montaña, o de la Ruta de los Pueblos Blancos, en la sierra gaditana.
Si el viajero busca un respiro al aire libre, lo tiene bien fácil. Cazorla, Doñana, Cabo de Gata, Sierra Nevada, Grazalema…
La riqueza natural de la Comunidad Autónoma alcanza todas las provincias gracias a la presencia de grandes parques naturales y espacios protegidos.
Andalucía también es verde, razón más que contundente para atreverse a practicar senderismo, escalada, rutas a caballo, submarinismo, vela... Incluso los más pequeños de la casa tienen opciones para elegir. (La Razón)
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