Sus pueblos son copos de nieve recostados sobre valles pedregosos y pronunciados.
Todos ellos conservan lo mejor de la arquitectura tradicional andaluza. Son joyas para visitar.
Se diría que por ellos no ha pasado el tiempo, y que sus casas, sus calles y sus plazas son las mismas que abandonaron los moriscos a principios del siglo XVII.
El barranco del Poqueira lo forman tres municipios que dibujan una estampa escalonada por mitad de la pendiente.
El más bajo es Pampaneira que tiene a la entrada unos azulejos artísticos que dicen: «Viajero, quédate a vivir con nosotros».
Después de la bienvenida la carretera serpentea hasta coronar Bubión, y kilómetros arriba Capileira.
Estos días las chimeneas escupen su humo blanco, entre las dos piedras pizarrosas que a modo de lajas coronan los conos blancos.
La nieve ha llegado a las puertas de Capileira y los senderos se han desdibujado bajo el manto por el que solo se internan los montañistas que conocen bien el extenso circo situado a los pies de los picos Veleta y Mulhacén.
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